viernes, 26 de octubre de 2007

A la voz de él

El despertar es frío y extraño, las nubes me dan un respirar titubeante, como si recién se decidieran a vivir, el cielo mortecino cambia su cara temeroso, el sol indiferente y lejano, tímidamente ofrece sus rayos de luz, esa luz que vacila para darse a mostrar, como si durante un largo tiempo haya sido esclavizada al terror y a la oscuridad, las flores no me regalan esa aroma hermosa que mis narices recibían con gran regocijo, las veo desorientadas, ciegas, que producen en las abejas un tumulto , que estallan en violenta distorsión. El oleaje del mar es calmo, tímido, asustadizo, como si en aquel lugar, sus aguas hayan sido pintadas de la más brutal y amenazante conspiración, el viento me abraza como un niño inhibido ante la multitud, y estremecido ante la soledad. Camino por una tierra, en un momento fructífera y fértil, y ahora desgarrada, pisoteada y manchada con ira de intolerancia, los árboles me miran desolados, sus extremidades han sido arrancadas, sus bellos verdes, yacen en el suelo, acabados por el arrebato desesperado y maquinado horror, el que calla, prohíbe y mata. Pareciera que he despertado en un ambiente de terror y contenciones, me pregunto donde he estado en este tiempo, que ha pasado con mi vida, creo que recuerdo esa oscuridad que nublo mi vista, ese látigo que golpeó mi ideal y orgullo, sobre mi voluntad deteriorada, bajo el alero de un odio sin precedentes. Estoy envejecido, siento el peso rotundo de los años, mi rostro tímido me demuestra mis treinta y tantos años pero ¿Dónde esta mi vida anterior?, ¿Quién me la arrebató en contra mi voluntad?, ¿Dónde esta mi juventud?, esa que mi padre y mi abuelo contaban que era tan hermosa, en donde los placeres de la vida se te demostraban y te acariciaban en suma amistad, donde la cabida de tus ideas afloraban en ansias de justicia e igualdad, de querer un mundo un poco mas tolerante en donde tú, yo y los demás vayamos de las manos en sincera fraternidad. Pero a cambio de eso, la exaltación dio el primer golpe, y con los ojos vendados emprendió el camino del odio y el resentimiento, arrebatando todo lo que se le asentaba en frente, y en una cegada e indiferente concepción de amor, derramo su ira y violencia inhumana. Cuantos valientes cayeron ante su horror, cuantos se levantaron y enfrentaron con todas las fuerzas la represión, cuantos no vacilaron ante la caída… los recuerdo nítidamente, murieron como héroes, como los mejores de la raza humana, la convicción de la justicia tuvo cabida ante el odio y la violencia legitimada por esos hombres que nunca conocieron el amor, que se armaron de la mas inhumana y descontrolada intransigencia. Un odio duradero de seis días, en donde intentaron levantar su bandera del terror e intolerancia y desquiciar a todo hombre que no portara su estandarte, llevándolos hasta su querida morada, las llamas del infierno vieron brotar con suma amenaza, la oscuridad vendó los ojos, la desesperanza los nublo, el miedo a ser destituidos de ese derecho a sentir el entorno, y al séptimo día, las rodillas sumisas, aclamarían en aquel recinto del Creador, al salir de este, un nuevo día de intolerancia comenzaría. Ese hombre, sumido en tan oscurecido sentimiento, lucha cruelmente contra el hombre inmerso en una indefensa y quebrantable paz. El hombre lucha contra el hombre, como si esa fuera la acción al que este esté sometido en su vida e historia.
Puedo, ahora tener mi frente en alto, y tú, cabeza gacha, todo lo que cometiste, ha sido tu aberración como persona, yo ahora he de caminar por estas calles que me vieron crecer, pasas al lado mío, no te atreves a mirarme, yo… te miro con pena y orgullo…si, ya te lo dije, con la frente en alto, se que en mi vida hice lo correcto y nunca le arrebate el alma a nadie…tú, morirás sumergido en la desgracia que tu mismo cavaste.
Cristóbal

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